Alabar vs motivar

Sobran las palabras para decir que en los últimos tiempos, las noticias y la información sobre la necesidad de alabar a los niños de forma continua ha sido desmedida.

Este hecho más que ayudar en la educación y formación de los infantes, lo que ha provocado es todo lo contrario, es una búsqueda de aprobación externa por parte de los pequeños en todas las acciones que realizan.

Muchas otras veces vamos más allá de la adulación, creando una directa relación de causalidad entre lo que el niño realiza y nuestras emociones, cargando así al pequeño con un responsabilidad que no le corresponde y que más que alentarlo lo cohíbe en el desarrollo de su personalidad.

Todos desde casa podemos hacer un sencillo ejercicio práctico contestando a estas preguntas: ¿cómo nos sentiríamos si tuviéramos a una persona al lado que al terminar la sopa nos dijera: “¡Muy bien, María, lo has conseguido!, o que mientras estamos conduciendo nos digan ¡qué bien lo haces Miguel!, o que al aparcar nos dijeran: Pilar, ¡eres una campeona, qué orgullosa estoy de ti!?”…da risa, ¿verdad?

Pues a eso nos hemos dedicado muchos padres durante mucho tiempo bajo el lema de “a los niños siempre hay que hablarles en positivo”

Voy más allá, ¿cómo nos sentiríamos cuando al realizar una acción no oyéramos de fondo esa alabanza a la que nos han acostumbrado desde pequeños?

¿Nos hemos planteado dónde está apoyándose la autoestima del niño cuando sus acciones aparejan un sincesar de adulaciones?

¿Nos hemos planteado que probablemente el pequeño no se atreva a realizar acciones más arriesgadas o importantes por temor a no recibir un derroche de halagos?

Es un tema delicado el de alabar, de hecho, la alabanza debiera reducirse al caramelo que de vez en cuando todos tomamos.

Hablar en positivo a los niños es algo muy bueno para el desarrollo de los mismos, sin embargo, lo que muchos padres y educadores entienden por hablar en positivo es muy distinto de lo que esto es en realidad.

Entonces, ¿cómo actúo? ; pues motivándolo, haciéndolo consciente de sus capacidades, consiguiendo que tome contacto con sus cualidades, valorando y haciendo que por sí mismo, el niño valore a su vez el proceso que ha desempeñado al realizar la acción. La motivación debe ir dirigida a la acción que realiza el niño, no al niño en sí.

 

Y sí, muchos diréis, “eso es muy complicado”, y yo, que soy madre, os digo, “sólo al principio”. En cuanto cambiamos el esquema de pensamiento, en cuanto pensamos en la acción que ha realizado el pequeño y el esfuerzo que le ha supuesto, y en el momento en que nos percatamos de que valorando dicho proceso, el niño también se valora a sí mismo, entonces, cuando tomamos consciencia de todo esto, el chip cambia, y cambia de forma automática.

Con el tiempo podremos observar cómo nuestro hijo desarrolla su personalidad sin esperar aprobación externa, se atreve a realizar cosas cada vez más complejas, se equivoca y lo vuelve a intentar, y sobre todo, confía en sí mismo. Este es el objetivo de la motivación; el niño adquiere una buena autoestima.

Para concluir, os aporto una serie de frases que aparentemente significan lo mismo pero cuyo efecto en el que las recibe es totalmente diferente.

ALABAR MOTIVAR
¡Eres un campeón!
¡Qué lista eres!
¡Qué contenta estoy! ¡Te has comido la fruta!
¡Qué bien! ¡Te han puesto un positivo!
¡Te ha quedado la cama perfecta! Has hecho un gran esfuerzo
Se nota que estudiaste mucho
¡Cuántas vitaminas tienes ahora en tu cuerpo!
Observo que cada vez participas más en clase
Veo que no te quedan arrugas en la cama, esta noche dormirás muy bien.

Como veis, las frases motivadoras se dirigen a la acción realizada. El niño toma consciencia de que lo que ha conseguido, ha sido por él mismo, y aprende a valorarse, sin necesidad de buscar la aprobación externa.
Pensemos en la acción que el niño realiza y en el beneficio que ésta le aporta, y pongámoslo de manifiesto, estaremos trabajando en la creación de su sana autoestima.

Macarena Soto Rueda
Educadora para Padres en Disciplina Positiva

Fuentes: Cómo educar con firmeza y cariño, de Jane Nelsen/ Alfie Kohn (artículos varios)

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