El hecho de estereotipar a un niño en un papel es algo que sucede, en el seno de las familias y en las escuelas, de la manera muy inocente.
“Un niño pequeño que no para de decir: juega conmigo a los coches, ahora jugamos al futbol, ahora jugamos a las pegatinas… y le dices vaya Luis no paras de mandar hijo”, algo tan inocente como esto repetido varias veces sirve para que el niño empiece a interiorizar que como es definido como mandón pues tiene que seguir siéndolo, después de todo si le dicen mandón es que debe de serlo.
Con que frecuencia y sin querer llegamos a decir “es el músico de la familia”, “es el artista”, “el atleta”, “la buena estudiante”, “el matemático”, “el puntual”, “la remolona”, “el responsable”, … y lo peor es decirlo delante de ellos. Acostumbramos a etiquetar por una aptitud natural, en ocasiones para motivar al niño al que halagamos, pero que sucede con el disfrute no importa??, es decir por que llamamos músico a un niño con talento para la música y su hermano menos habilidoso para la música pero enamorado de ello no se merece el mismo rol???. Lo que podemos conseguir es que niños abandonen su sueño, su afición por no estar a la altura, o que presionemos a niños que no sienten del todo esa motivación y se sienten obligados a continuar con esas notas, esa afición fingida por el rol impuesto. Lo mismo sucede cuando les tratamos según el orden de nacimiento (el primero, el segundo, el último, el mediano…) llamémosles por su nombre, dejemos de etiquetas que oprimen y hablemos de ellos como personas individuales.
El etiquetar a un/a niño/ a, le va a llevar a comportarse según los dictámenes de esa etiqueta que va a terminar asumiendo, pero no sólo eso, sino que además, el resto de adultos y niños que vayan conociéndole y sepan de la existencia de esa “etiqueta”, serán susceptibles de caer en esa etiqueta.
El concepto que el niño se va formando de sí mismo ( el autoconcepto) desde etapas tempranas, depende en gran medida de la imagen propia que ve reflejada en las personas significativas de su entorno (padres, profesores…). Lo que pensamos que es, lo que le decimos que es, influirá en el niño.
La personalidad infantil se encuentra en constante cambio, con lo cual, asignar etiquetas es algo tan delicado que podría incluso repercutir de manera negativa en el correcto desarrollo de su personalidad y su autoestima.
Ya hemos visto como tanto las etiquetas negativas (vago, terco, testarudo, …) como las positivas (listo, guapo, músico, obediente…) afectan al niño, le coartan su libertad, le merman su autoestima y le limitan para poder ser él mismo y no lo que los demás esperan.
Entonces que alternativa tenemos a asignar un calificativo a un niño o niña:
- Ofrecer información de lo que está haciendo, no resumirlo en un adjetivo. Hay que permitirle que él mismo cree su propio autoconcepto basado en su experiencia y no en limitadoras etiquetas. Pongamos ejemplos: No es lo mismo “eres un desastre” que “no has recogido todos tus juguetes”, “eres muy listo” que “has obtenido unas notas muy buenas”, “eres muy mandón” que “estas dando demasiadas ordenes a María”…
- Señalemos una actitud, conducta o comportamiento que queremos que realice más a menudo. Por ejemplo, aquel niño que siempre se le olvida darte la nota de la profesora o la circular del centro no etiquetarle con un despistado, olvidado… y sin embargo el día que te la entrega puedes decirle “Manuel veo que estas mucho más atento a las cosas que dan en el colegio, seguro que tu también lo has notado”.
Escrito por: Irene Iglesias – Facilitadora de Disciplina Positiva-