¡Quiéreme por favor!

Muchos adultos de hoy traemos con nosotros “programas” de constante búsqueda de aceptación, una especie de mendicidad de cariño. Un “por favor, quiéreme”, “por favor, escúchame”, “por favor, acéptame”.

Y eso produce verdaderos conflictos internos en los que podemos olvidarnos de nosotros mismos por agradar, contentar y lograr esa “aceptación” por parte del otro. Decepciones constantes y dolor cuando nos encontramos con esas personas a las que no les gustamos o que no responden como esperamos.
¿Sabéis cuántos adultos están pasando o han pasado por esto?  Seguro que conocéis a alguno en vuestro entorno o vosotros mismos os reconocéis en ello en algún momento de vuestra vida.

¿Sabéis lo que cuesta darse cuenta de ello y tomar consciencia? ¿Y el trabajo para liberarse de ello?

Todo bajo la creencia “Si no me quiere, si no me acepta, es que no soy digna de amor”
Y sabrás que estás bajo esta creencia cuando

  • No dudas en apartar tus necesidades a “ningún lugar de la lista”
  • No usas la palabra no a pesar de que te gustaría hacerlo, sacrificando tus propios intereses o preferencias constantemente por los de los otros.
  • Las críticas, el no aprecio o la frialdad de los otros te causan un profundo dolor aún cuando sean personas que realmente no significan mucho en tu vida.
  • No pones límites.
  • Dudas de tí misma como primera opción ante cualquier conflicto.
  • Te encuentras siendo excesivamente amable y atento con quien en realidad no crees que lo merezca.
  • Te esfuerzas continuamente en…
  • No solo no cortas una relación que te está perjudicando (amigos, pareja…), sino que tratas de mantenerla y lograr que te acepte.
  • Sientes que te estás faltando al respeto.

 

No quiero que esto les pase a nuestros hijos. 
¿Qué podemos hacer? 

– Que los niños sepan que les queremos, siempre, en todo momento, cuando se portan bien y cuando se portan mal, cuando aciertan y cuando se equivocan.

– Ayudarles a ver que son únicos y especiales, con algo maravilloso que ofrecer al mundo también único.

– Fomentar el respeto por sí mismos tratándoles con respeto, buscando alternativas a los castigos y a los premios. Alternativas que se centren en la búsqueda de soluciones, en la reparación de errores y en el aprendizaje de ellos, en vez de en quien tiene la culpa y lo que merece por haberse “portado mal”

– Preguntarles su opinión y tenerla en cuenta.

– Que las decisiones en la familia también pasen por sus ideas, elecciones y preferencias en un ambiente de debate sano y respetuoso.

– Animarles a buscar sus propias soluciones,. Dejemos que se equivoquen para que experimenten sus propias conclusiones en vez de anticiparnos y decidir por ellos, o darles charlas sobre el “ya te lo dije”

– Inculcarles la idea de que un error sirve para aprender, que no hay que mortificarse por ello sino buscar la forma de mejorar, de arreglarlo… Y que todos, absolutamente todos, cometemos errores.

– Usar nuestro ejemplo de auto respeto poniendo límites, cuidándonos y considerándonos. Teniendo compasión de nosotros tratándonos con cariño.

– Atender siempre sus emociones aunque sus acciones no hayan sido adecuadas.

Muestra que tu amor hacia ellos es incondicional. 

No hay comportamiento, acto, decisión ni error que lo pueda modificar.
Y no tengas miedo a que esto signifique que sientan que tienen tu beneplácito para portarse mal, que asegurar el amor incondicional no está reñido con el establecimiento de normas o con la búsqueda de soluciones conjuntas.

El amor no debe ser el acicate para el buen comportamiento.
El comportamiento se puede trabajar y se debe trabajar de otras formas, con la base de un amor sin condiciones. Así las cosas cambian, y cambian mucho.

Ana Isabel Fraga Sánchez, life coach, educadora de padres y maestros en Disciplina Positiva, escritora y madre.

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