Muchos adultos de hoy traemos con nosotros “programas” de constante búsqueda de aceptación, una especie de mendicidad de cariño. Un “por favor, quiéreme”, “por favor, escúchame”, “por favor, acéptame”.
Y eso produce verdaderos conflictos internos en los que podemos olvidarnos de nosotros mismos por agradar, contentar y lograr esa “aceptación” por parte del otro. Decepciones constantes y dolor cuando nos encontramos con esas personas a las que no les gustamos o que no responden como esperamos.
¿Sabéis cuántos adultos están pasando o han pasado por esto? Seguro que conocéis a alguno en vuestro entorno o vosotros mismos os reconocéis en ello en algún momento de vuestra vida.
¿Sabéis lo que cuesta darse cuenta de ello y tomar consciencia? ¿Y el trabajo para liberarse de ello?
Todo bajo la creencia “Si no me quiere, si no me acepta, es que no soy digna de amor”
Y sabrás que estás bajo esta creencia cuando
- No dudas en apartar tus necesidades a “ningún lugar de la lista”
- No usas la palabra no a pesar de que te gustaría hacerlo, sacrificando tus propios intereses o preferencias constantemente por los de los otros.
- Las críticas, el no aprecio o la frialdad de los otros te causan un profundo dolor aún cuando sean personas que realmente no significan mucho en tu vida.
- No pones límites.
- Dudas de tí misma como primera opción ante cualquier conflicto.
- Te encuentras siendo excesivamente amable y atento con quien en realidad no crees que lo merezca.
- Te esfuerzas continuamente en…
- No solo no cortas una relación que te está perjudicando (amigos, pareja…), sino que tratas de mantenerla y lograr que te acepte.
- Sientes que te estás faltando al respeto.
No quiero que esto les pase a nuestros hijos.
¿Qué podemos hacer?
– Que los niños sepan que les queremos, siempre, en todo momento, cuando se portan bien y cuando se portan mal, cuando aciertan y cuando se equivocan.
– Ayudarles a ver que son únicos y especiales, con algo maravilloso que ofrecer al mundo también único.
– Fomentar el respeto por sí mismos tratándoles con respeto, buscando alternativas a los castigos y a los premios. Alternativas que se centren en la búsqueda de soluciones, en la reparación de errores y en el aprendizaje de ellos, en vez de en quien tiene la culpa y lo que merece por haberse “portado mal”
– Preguntarles su opinión y tenerla en cuenta.
– Que las decisiones en la familia también pasen por sus ideas, elecciones y preferencias en un ambiente de debate sano y respetuoso.
– Animarles a buscar sus propias soluciones,. Dejemos que se equivoquen para que experimenten sus propias conclusiones en vez de anticiparnos y decidir por ellos, o darles charlas sobre el “ya te lo dije”
– Inculcarles la idea de que un error sirve para aprender, que no hay que mortificarse por ello sino buscar la forma de mejorar, de arreglarlo… Y que todos, absolutamente todos, cometemos errores.
– Usar nuestro ejemplo de auto respeto poniendo límites, cuidándonos y considerándonos. Teniendo compasión de nosotros tratándonos con cariño.
– Atender siempre sus emociones aunque sus acciones no hayan sido adecuadas.
Muestra que tu amor hacia ellos es incondicional.
No hay comportamiento, acto, decisión ni error que lo pueda modificar.
Y no tengas miedo a que esto signifique que sientan que tienen tu beneplácito para portarse mal, que asegurar el amor incondicional no está reñido con el establecimiento de normas o con la búsqueda de soluciones conjuntas.
El amor no debe ser el acicate para el buen comportamiento.
El comportamiento se puede trabajar y se debe trabajar de otras formas, con la base de un amor sin condiciones. Así las cosas cambian, y cambian mucho.
Ana Isabel Fraga Sánchez, life coach, educadora de padres y maestros en Disciplina Positiva, escritora y madre.