Autocuidado ¿Qué es eso?

 

¿Para que sirve? ¿Qué es eso? ?Para que sirve? Mi propia historia sobre cuánto me costó entenderlo

Desde antes de que naciesen mis hijos la educación era algo que me preocupaba soberanamente. Sí, me preocupaba oír a una madre decirle a su hijo que era malo. Me sangraba el corazón si escuchaba aquello de ya no te voy a querer si te sigues portando así…

Siempre me preocupó infinito cómo se les habla a los niños y recuerdo defender otro tipo de educación (y hacerlo de forma airada, tanta era mi indignación) incluso antes de tocar la adolescencia. Y no me refiero en este caso a la educación lectiva, sino a eso, a la forma en que les hablamos, en que les tratamos, en que nos comunicamos, en que tratamos de mejorar comportamientos, en que lidiamos con el día a día (los deberes, la hora de comer, la hora de dormir…)

Y no sé si será este corazón sensible con el que nací que me hacía sentir en mi piel lo que suponía que esos niños estaban sintiendo, o que debo tener una neuronas espejo del tamaño de un elefante (quizás ambas cosas). El caso es que así lo sentía, y ya podéis imaginaros la de promesas que me hice de lo que haría y no haría cuando yo tuviese mis propios hijos. Pero no contaba con algunas cosas. Especialmente hoy quiero hacer referencia a una que me ha costado mucho, pero que mucho comprender. O más que comprender diría que integrar. Porque realmente el concepto lo entiendes, tu razonamiento te dice que así es, pero de ahí hasta que baja hasta tu alma y se integra (o lo que otros llamarían hasta que se hace un click) pasa un tiempo, y yo, quizás por la educación recibida, quizás por los modelos de la sociedad o porque a lo mejor soy más terca que una legión de mulas, tardé lo mío en integrarlo. Y creedme cuando os digo que casi hasta oí el click.

Fue un click en mi alma, el ruido de un puzzle que por fin encajó.

¿De qué os hablo?

Del cuidado de uno mismo.

Llevo trabajando con este concepto desde el principio, con las mamás de los bebés. Es algo que ya Tracy Hogg en su magnífico trabajo con el sueño de los bebés proclamaba (ya sabéis que mi propio trabajo en cuanto al sueño del bebé y el niño nace de su filosofía y sabiduría). Así que siempre estuvo incluído. Pero yo seguía centrada en mis hijos. Si leía un libro era un libro de educación, si escuchaba una conferencia era sobre educación, si hacía algo fuera del trabajo era colaborar en el colegio, y si hacía algo de ejercicio era bajar al parque con ellos. Si tenía alguna relación con amigos era porque me los encontraba. Y cuidar mi alimentación era cenar lo que encontrara porque literalmente no podía más a las 8 de la tarde.

¡Me olvidé de mí misma!

 Totalmente y sin piedad ninguna.

 No es que estuviese al final de la lista. ¡Qué va! Es que ni tan siquiera estaba en la lista.

Así que mi cuerpo empezó a darme toques. No sé si vosotros pensáis como yo en esto, pero yo creo que cuando te olvidas de ti misma tu cuerpo te habla. Primero te susurra (quizás una ligera tortícolis o un dolor de estómago o de cabeza de vez en cuando), y si no le escuchas comienza a subir la voz. Y su voz no es como la nuestra, su voz se manifiesta como dolor, como lesiones, como enfermedades…

Empecé a encontrarme mal pero seguí en lo mío. Mi prioridad eran mis hijos y después mi trabajo y así debía ser. Ya descansaría, ya haría cuando tuviese más tiempo.

Y llegó el día en que simplemente mi cuerpo me dijo ¡basta! y me inmovilizó. Literalmente. Mi espalda se puso rígida de dolor. Un dolor tan intenso como jamás había sentido. Y se me vino todo encima. Porque no podía hacer nada. Pero nada de nada, salvo estar tumbada y tener dolor. Me sentí inútil, aunque al menos podía seguir cuidando de vosotros a través del ordenador.

Fue una época complicada en la que mi cuerpo me obligó a mirar hacia dentro y descansar (os aseguro que no había otro remedio). Aún así todavía tardé un tiempo en integrar en la ecuación de la educación mi propio bienestar. Sé que pensaréis que mi nivel de exigencia era muy alto, y estoy plenamente de acuerdo con vosotros. Pero no soy la única. Sé de muchas madres y padres (aunque sobre todo madres) en una situación similar.

Cuesta mucho ver que tu bienestar es también el bienestar de los que quieres. Que sí, que lo entiendes, pero dejas tu clase de yoga para poder acompañar a tus hijos con los deberes (aunque papá esté en casa y también pueda hacerlo, o tengas cualquier otra alternativa), o te esfuerzas en no delegar nada de nada porque si lo haces tú eres la súper madre que se espera que seas (que hay mucha presión social alrededor de lo que una mujer debe ser y hacer). En fin, que al final lo que os decía antes, que ni siquiera estas en la lista.

Todavía mi cuerpo me pide que vaya despacio, no puedo agacharme bien muchas veces y como me decía una amiga el otro día, encuentras el modo de hacer las cosas cambiando las posturas, moviéndote más lento, aprendiendo nuevos modos de darte la vuelta en la cama… Te acoplas a lo que hay.

Pero además me acoplé a mi misma. Miré hacia dentro y entendí que había que hacer ciertos cambios. Y ahí fue cuando sentí ese click, y así sin esfuerzo se integró en mi alma y por fin liberé esa culpa que solemos sentir cuando miramos hacia nosotros, sin entender que es desde ahí desde donde se construye todo. Educación incluída.

Ahora, cuando mis hijos no están en casa me ocupo de mí lo primero, luego me pongo a trabajar (algo que me llena y me gratifica porque es mi pasión). Y cuando ellos están les dedico una parte del tiempo y cuando toca que jueguen a su aire vuelvo al trabajo un rato más o hago algo que me apetezca.

He aprendido a pedir mi tiempo desde el amor a mi misma y a los demás, sabiendo (sin género alguno de duda), que si no lo haces pierdes tu salud por el camino y realmente no estás educando como te gustaría porque el cansancio y el dolor te lo impiden o como mínimo no te lo ponen nada fácil.

Porque tan importante es cómo le hablas a tus hijos y las herramientas educativas que emplees, como el cuidado de ti mism@ y el empeño que pongas en tu propio crecimiento y evolución.

Ana Isabel Fraga Sánchez, coach y educadora de padres y aula en Disciplina Positiva

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