Criamos acosadores sin saberlo.
Tengo miedo de que mi hija sea acosada en el colegio, pero creo que tengo más pánico a que se convierta en una acosadora.
Que sea una niña que insulte, pegue o amenace simplemente porque no le gusta , le cae mal o quiera reírse de otro niño. Criamos acosadores sin saberlo.
¿Cómo nace un acosador?
No lo sé. No soy experta en acoso escolar. Pero sí creo que puedo saber algo de humanidad. A mi me cuesta hasta decir que alguien es feo. Me parece mal hacer ese juicio de valor. Nunca me he burlado de nadie, ni he amenazado, ni pegado a nadie. Bueno, tuve una pelea en el colegio de pequeña y ni recuerdo el motivo pero sí estoy segura que no fue por diversión. Fue con una amiga mía íntima. Al igual que también me pegué mucho en casa con mi hermana, pero fuera era distinto. Siempre me dijeron que no hablara de nadie, no me riera de nadie, me hacían ver la diferencia del fuerte y el débil y de qué lado había que estar…quizá por eso ahora soy trabajadora social.
Todo esto te lo cuento porque creo, honestamente, que todos los gestos importan.
Mi hija no ha cumplido aún los tres años pero ya va al colegio. El otro día le escuché que su señorita decía que Julián (nombre ficticio) era un bebé porque todavía lloraba en clase. Mi hija lo soltó de repente, riéndose, como si tal cosa y a mi se me pusieron los pelos de punta. Solo tres años y había presenciado cómo se ridiculiza a un niño. De la manera más banal pero que a mi me resultó de una violencia extrema. ¿Y tú qué le dices a Julián? ,¿No lo animas?
¿Cómo se le ocurre a la señorita decir semejante comentario? ¿Con ánimo de motivar a ese niño a que deje de llorar? ¿No ayudaría más, decirle a los niños que Julián aún lo está pasando mal en clase y preguntarles que qué podrían hacer entre todos para que Julián se sienta mejor? Y lo que más grave me parece…
¿está validando reírnos de un compañero aparentemente más frágil?
Cada día le repito a mi hija que si Julián está triste que le diga algo bonito, lo anime a jugar, o simplemente se siente a su lado, pero que no le llame bebé porque así se sentirá más triste y llorará más.
Para que una persona no acose a otra debe tener interiorizado una serie de valores, creencias y actitudes. Y esto se debe enseñar desde siempre. Con nuestra actitud y trabajando la empatía y la reflexión. No se puede pretender enseñar a no acosar en una charla en primaria , por muy buenas que sean las intenciones que hayan detrás.
Nosotros, los adultos, nos picamos continuamente con el resto de padres que dicen que sus hijos son mejores, con los profes porque nos regañan tanto o más que a nuestros hijos, insultamos en el coche si alguno se salta un stop, nos colamos si podemos en el supermercado, hablamos (mal) de nuestros vecinos, amigos o compañeros en casa, en las comidas, en el coche y delante de nuestros niños.
Así que no me creo que el acoso sea de repente un asunto de estado.
Es un asunto de falta de humanidad. Criamos acosadores sin saberlo.
Estamos tan ocupados que no vemos que nuestro hijo con cuatro años es cruel con nuestro perro, o que nuestra hija de seis llama gorda a otra niña con intención de hacerle daño y no pasa nada. O a lo mejor, sí lo vemos pero no creemos que sea tan importante. Pues sí lo es porque toda suma. Si tu hijo peca de crueldad, no le castigues ni lo machaques, pero utiliza todas las vías que tengas para que practique la empatía: ¿te imaginas como puede sentirse esa persona que duerme en la calle? ¿qué pensará? ¿cómo se buscará la vida? ¿ cómo crees que llegó a esa situación? y así con todo. No muestres complicidad ante gestos poco benévolos.
Con cualquier cosa en el día a día podemos estar trabajando humanidad: cuando prestamos atención a la tortuga que tenemos en la terraza, cuando cedemos el ascensor a nuestro vecino mayor, cuando decimos abiertamente a nuestros hijos que no están bien ciertas actitudes de otros, cuando no criticamos, no insultamos, no promovemos la picardía y el ser más listos que el otro. Hay sitio para todos.
Así que si no queremos más niños acosados deberíamos plantearnos cómo acabamos con los acosadores. Y solo se me ocurre una cosa. Con más humanidad.
Un abrazo, Doris.