Cuando comenzamos nuestra andadura como padres/madres o somos maestros, creemos que debemos moldear a los niños/as haciendo que vean sus errores, sus malas conductas, sus comportamientos incorrectos y los corrijan. Pero en este empeño tan loable caemos en un obstáculo que hará que nuestras fuerzas, optimismo y alegría se vuelvan derrotismo, negativismo y tristeza: lidiar con todos los inapropiados comportamientos sin valorar nada más.
Debemos detenernos y parar (o si se quiere ver con más claridad nuestro tipo de educación, anotar), la cantidad de órdenes y reprimendas que mandamos a los pequeños.
Por nuestra propia salud mental, para mejorar la relación con los menores y para conseguir una mayor colaboración debemos detenernos y no exigir todo lo que nos gustaría pedir al niño/a.
Pero entonces debo dejar que haga las cosas que no debería hacer o mirar para otro lado cuando haga algo incorrecto???? No. Debemos dirigir nuestros esfuerzos a cambiar lo más preocupante, lo más urgente, lo que más nos desagrada, pero además valorar si lo que estamos queriendo pedir se encuentra dentro de lo que el pequeño/a puede o sabe hacer.
Podemos dejar pasar para más adelante otros aspectos de su conducta menos urgente, por ejemplo: que mastique haciendo ruido al comer si el niño/a tiene tres años, recriminarle que pida chuches a niños en el parque aunque no les conozca de nada, reñirle con cuatro años por que deja los zapatos al lado de la cama y no en el zapatero,… Pensemos la cantidad de veces que les decimos, pedimos, exigimos un montón de cosas al día. Así que párate y exige solo algunas, escoge tus batallas para ganar la “guerra”, la guerra de tu buena relación con los niños y tu bienestar emocional.
Pongámonos en su lugar, nosotros también fuimos niños y recibimos gran cantidad de órdenes, ¿Cómo nos hacía sentir todo esto?, yo en concreto me sentía frustrada, enfadada, me sentía poco valorada, sin ganas de hacer nada por que se iban acumulando las órdenes, me veía como invisible a los ojos de los mayores, … ¿y tú?.
Es como si los niños estuvieran recibiendo ordenes y se van creando un pararrayos, un escudo donde rebota la cantidad de mandatos que reciben a lo largo del día, la mejor manera de que manejemos mejor nuestra relación con los niños y niñas es:
- Solicitando su colaboración y no dando órdenes
- Escoger cuándo y cómo pedimos las cosas
- Valorar si es realmente necesario lo que estamos mandando, ordenando o recriminando.
- Pensar en otras maneras de decirlo, pedirlo o solicitarlo.
No estas siendo permisivo, estas escogiendo tus luchas, estas pensando cuando y como será el mejor momento para conseguir tus objetivos con los pequeños, estas consiguiendo sentirte mejor contigo misma y con los niños/as, estas rebajando la cantidad de voces, malos modales, reprimendas y luchas de poder.
Nos ahorraríamos muchas órdenes siendo el modelo de aquello que les exigimos y pedimos a los niños/as. Pocas veces nos damos cuenta de que lo que más enseña es lo que hacemos en lugar de lo que decimos, así que si quieres que tu niño/a coma, come bien, si quieres que sea generoso, despliega amabilidad, si quieres que escuche, escucha tú… ellos vienen predeterminados para imitar y copiar.
Irene Iglesias Ruiz